lunes, 12 de diciembre de 2011

El Verdadero Significado de la Obra de Kino


En un erróneo afán por ensalzar  la obra de Eusebio Francisco Kino, se ha sostenido que introdujo la agricultura, la ganadería o ambas, ya sea a la Pimería Alta o a Sonora. Este es un desliz de apreciación histórica que de ninguna manera debe de desmerecer la obra del misionero.

Veamos, primero, la inexactitud de esta atribución a través de algunos ejemplos: años antes del arribo de Kino a la Pimería, cuando éste aún se encontraba en Europa, ya se extendía un rancho ganadero por las praderas cercanas al actual San Lázaro. El mismo Juan Matheo Manje, compañero militar de Kino en sus exploraciones, nos dice que allí “antiguamente, tubo en este puesto Juan Martín Bernal, español, una estancia de ganado vacuno y cavalladas de más de 6 mill cavesas…”  Además, también José Romo de Vivar tuvo otro rancho ganadero en el mismo lugar, años después. Finalmente,  Munguía Villela de igual forma tuvo otro rancho ganadero en las cercanías de donde años después Kino establecería su misión de Santa María (actualmente Santa Cruz).

Por eso es que si buscamos el significado real de la herencia de Kino, debemos entender primero que en la Pimería Alta se realizó el último esfuerzo de expansión del imperio Español y de evangelización en el Noroeste de la Nueva España. Las misiones establecidas por el misionero definieron, desde entonces, una frontera.

Durante aquellos años fue frontera entre la civilización europea y el mundo de los “gentiles” como se les conocía a quienes no habían recibido el bautismo. Fue frontera entre la región de habla hispana y las rancherías en donde se expresaban utilizando algún idioma nativo; frontera entre lo europeo y lo nativo;  frontera entre donde se practicaba el catolicismo y las religiones nativas.

Y así pasaron los años, y el impulso desarrollador de Kino con el paso del tiempo se fue convirtiendo en el último que intentó incorporar más regiones del noroeste bajo la égida del Imperio Español. No hubo intentos posteriores para llevar los límites del Imperio Español más allá. Y así fue cómo, cuando surgió Estados Unidos y se firmaron primero los Tratados de Guadalupe-Hidalgo y La Mesilla después, esta frontera cambió su significado al de una zona limítrofe entre dos naciones: entre México y los Estados Unidos.

Así fue cómo la antigua Pimería Alta se convirtió en la frontera entre los pueblos en donde predominaban los parlantes del idioma Español y aquellos en donde el Inglés imperaba; entre los pueblos católicos y los protestantes; entre las costumbres gregarias nuestras y las austeras del anglosajón.

Frente a esta situación, podemos muy bien hacernos la pregunta: ¿Qué habría pasado entre nuestras dos naciones si Kino no hubiera llegado a la Pimería Alta? Y tenemos que la respuesta es sencilla: tal vez el Imperio Español habría llegado a colonizar a esta región aunque, de seguro, lo habría logrado años más tarde de cómo sucedió. Así se habría colonizado la Pimería Alta cuando las condiciones geopolíticas eran ya diferentes, cuando el Imperio Español se encontraba en franca decadencia y toda Iberoamérica estaba más cerca de su independencia.

Y en lo internacional, en caso de que se hubiera dado, la conquista de la Pimería Alta por España, ésta habría ocurrido cuando la nación vecina se encontraba en franco proceso de expansión. Hay que recordar que Estados Unidos promulgó su independencia en 1776, casi una década después de la expulsión de los Jesuitas de los dominios españoles y ocho años después de que fueran reemplazados por los Franciscanos en 1768. Y aquí hay que recordar que no es coincidencia que el afán expansionista estadounidense únicamente se vio frenado aquí, en esta región.

¿Qué significa todo ésto? Pues sencillamente quiere decir que el legado de Kino se encuentra en la geografía política y no en la introducción o no de la ganadería o agricultura a la región. Debemos entender que, gracias a Kino, la frontera entre México y los Estados Unidos es como la conocemos hoy. Gracias a Kino, en esta región se habla Español y la religión tradicional es el catolicismo, gracias a él existe, aquí, una cultura que constituyó una barrera infranqueable para la penetración anglosajona. Y también, gracias a Kino, cuyo  afán de vida fue encontrar un camino por tierra que comunicara Sonora con Baja California, años después, cuando se discutía la frontera actual entre nuestras naciones, México se negó a aceptar una frontera que no permitiera la comunicación por tierra con Baja California. Por eso existe ese curioso ángulo en la frontera que permite la comunicación directa entre Sonora y Baja California



domingo, 4 de diciembre de 2011

La Pimería Alta después de Kino

Después del fallecimiento de Kino, la Pimería Alta continuó su vida cotidiana. El Padre Luis Javier Velarde se hizo cargo de la misión de Dolores, que había estado a cargo de Kino, y el Padre Agustín de Campos continuó, desde San Ignacio, la labor misional en el Valle del Asunción; para 1715 había realizado tres viajes a la costa sonorense, y en 1721, acompañado de Manje la visitaría nuevamente, intentando encontrar al misionero californiano, Juan de Ugarte, quien había construido un barco para explorar la costa, aunque sin éxito.  A su vez, Manje seguiría su vida en el Norte del actual Sonora, formando una familia y estableciéndose en lugares relacionados con la minería, ya que vivió en Tetuachi, Nacozari y Bacanuchi hasta su deceso que debió de ocurrir poco después de 1736. El Padre Juan María Salvatierra, por su lado, sobreviviría a Kino seis años, y para entonces los Jesuitas habían fundado siete misiones califórnicas.

En 1727 llegó a la Pimería el Obispo de Durango, y al atestiguar la precaria situación de la región, consiguió más misioneros. 1732 vería el arribo de tres jesuitas nativos de Europa Oriental, Segesser a San Xavier del Bac, Grashoffer a Guevavi (situada a unos 10 Km al Norte del actual Nogales, Arizona), y Keller a Suamca (actual Santa Cruz), los que se encargaron de continuar la labor misional y exploratoria.

Por esos años, las pugnas por la tenencia de la tierra entre misiones y españoles aún no existían. Posiblemente los misioneros y militares alentaban el establecimiento de ranchos en regiones apartadas de la labor misional que sirvieran de protección contra los apaches. Así sucedió en el río Santa Cruz con el establecimiento del rancho de Diego Romero, Santa Bárbara, en 1727, desde donde se extendieron a otros más por esa región: en 1741 se les adjudicaban dos sitios y medio de terreno a los herederos de Romero en el antiguo rancho ganadero de Kino, San Luis, mientras que Santa Bárbara pasaba por entonces a posesión de Gabriel Antonio de Vildósola.

En 1736 era descubierto, al suroeste del actual Nogales, Sonora, un yacimiento con enormes lozas de plata pura, la mayor de las cuales llegó a pesar dos toneladas. Era un lugar aledaño al puesto del Arizona que desde entonces lleva el nombre de Planchas de Plata. Se ordenó el embargo de lo encontrado, inició la investigación si era yacimiento natural o tesoro enterrado, aunque los constantes ataques apaches y el agotamiento del metal superficial llevaron al abandono del lugar. De cualquier manera, su fama continuó a través del tiempo hasta heredarle su nombre al actual Estado de Arizona.  El panorama se veía promisorio: el Padre Sedelmayr, desde Tubutama, se había encargado de continuar la expansión misional en toda la Pimería Alta, realizando viajes exploratorios al río Colorado en 1744, 1749, 1750 y otro más después de 1751, además de escribir un informe de sus actividades e ir a la Cd. de México para promover otro impulso misionero más para la región.

Sin embargo, este crecimiento de ranchos y arribo de mineros españoles llevó al mayor problema que viera la Pimería Alta en toda su historia. En noviembre de 1751, una rebelión encabezada por el Pima Luis de Sáric sacrificaba a los misioneros de Caborca y Sonoita y de sus españoles y gente de razón; en Oquitoa fueron muertos 20 españoles más; en Sáric mataron a los españoles y fueron destruidos todos los asentamientos situados entre esa misión y la de San Javier del Bac, a la vez que en Tubutama fue atacado el pueblo. No corresponde a este espacio la crónica del levantamiento, aunque debo agregar que resultó en un éxodo generalizado de españoles de la Pimería Alta y en el establecimiento, por el gobierno, de los presidios (fuertes militares) de Tubac y Altar.

Otra consecuencia de este levantamiento, aunque de muchísimo mayor importancia, ocurrió en 1767 cuando todos los misioneros jesuitas fueron expulsados de los dominios españoles y reemplazados el año siguiente por los frailes franciscanos aunque  bajo otras condiciones de trabajo.

Poco después, el día 14 de octubre de 1775 pasaba por el entonces despoblado arroyo de Los Nogales una expedición de más de un centenar de colonos encabezados por el Cap. Juan Bautista de Anza hijo. Ellos lograron llevar a cabo la idea que sostuviera Kino durante toda su estancia en la Pimería Alta: establecer una ruta por tierra entre Sonora y California. Su motivación, sin embargo,  no fue establecer el comercio con Asia sino proteger California de las incursiones rusas. Después de su paso, el silencio regresó al arroyo, a esperar un siglo más para que naciera una población dividida por una frontera internacional que entonces no existía, en estas ciudades que hoy conocemos como Ambos Nogales.

domingo, 27 de noviembre de 2011

La muerte de Kino

No sabemos si Eusebio Francisco Kino realizó durante su vida más expediciones que las que he citado en esta serie de artículos, ya que no hay mención de alguna posterior a la última que mencioné. De cualquier manera, durante los meses siguientes a su última expedición registrada, continuó con su preocupación por abastecer las misiones califórnicas.  En diciembre de 1709 le escribía al Padre Juan de Yturberoaga, Procurador de la Provincia Jesuita de Nueva España: “El padre rector Juan María de Salvatierra da a entender que mi principal obligación [es] socorrer a la California por disposición de nuestro padre general …” Así, siguiendo esa tarea, transcurrieron los últimos meses de la vida del misionero pimalteño quien, desde su misión de Dolores, veía cómo había ido creciendo la Pimería Alta como abastecedora de las misiones califórnicas.

De esta manera llegó el 15 de marzo de 1711. Esa fecha le tocó asistir a la dedicación de una nueva capilla en la iglesia de Magdalena y nuestro misionero debió recorrer nuevamente ese camino que había recorrido tantas veces desde aquél lejano 1687 en que llegó, y que lo separaba de la cuenca del San Miguel, donde se encontraba Dolores, de la del Asunción, ubicación de Magdalena; así remontaría la sierra del Torreón que aún hoy domina el paisaje desde la carretera internacional y entraría al valle magdalenense. Ya en Magdalena, celebrando la ceremonia de dedicación de la capilla de San Francisco Xavier se sintió mal y esa noche falleció. Al padre Agustín de Campos le tocaría enterrarlo y registrar su fallecimiento en un acta cuya imagen aparece a la derecha y reza:
 
Año de 1711. En quince de marzo, poco antes de medianoche, recibidos los santos sacramentos, murió con grande sosiego y edificación en esta casa y pueblo de Santa Magdalena el padre Eusebio Francisco Kino, de edad de setenta años. Mntro de Nuestra Señora de los Dolores, fundada por el mismo padre, el cual trabajó incansablemente en continuas peregrinaciones y reducción de toda esta Pimería. Descubrió la Casa Grande, ríos de Gila y Colorado, y las naciones cocomaricopas y sumas y los quicamaopa de la isla; y descansando en el Señor está enterrado en esta capilla de San Francisco Xavier, al lado del Evangelio, donde caen la segunda y tercera silla, en ataúd. Fue de nación alemán, de la provincia a que pertenece Bavaria. Habiendo sido antes de entrar en la Pimería misionero y cosmógrafo en la California, en tiempo del almirante don Isidro de Otondo. Agustín de Campos S.J.

Al leer este texto, de inmediato varias inexactitudes llaman nuestra atención. De ellas, las más notables son que la edad verdadera de Kino, quien fue bautizado el 10 de agosto de 1645, era al momento de su muerte 65 años cumplidos y no setenta como asentó Campos. Además, que Campos aún entonces y contra la opinión de Kino, pensaba que California era una isla. Finalmente, tendríamos la mención de que fue alemán, ya que el mismo Kino no estaba seguro de su nacionalidad o que el apellido del alimrante califórnico fue Atondo, no Otondo. (Debo agregar que la imagen del acta de fallecimiento del misionero que adorna este artículo fue editada. El original ocupa dos páginas, el final de una y el inicio de otra) 

No podemos deducir la enfermedad que le causó la muerte a Kino en caso que no haya sido simplemente la edad. Manje mismo nos orienta hacia una pista probable sobre las enfermedades que, crónicamente, enfermaban a Kino y que apuntan a malaria:  “En las fuertes fiebres que le daban, no provava nada en 6 días que más que levantarse a celebrar y acostarse; y, deviltanto y desmaiando la naturaleza las extinguía.”

Y en cuanto a su temperamento, también Manje nos lo explica:  

“sus conversaciones eran los melifuos nombres de Jesús y María y las combersiones de los gentiles, por quienes siempre pedía a Dios… Conozí era de natural colérico quando reprendía al que pecava públicamente; y, si despreciaban su persona, lo atemperava tanto que ya avía hecho ávito de realzar a quien con vilipendios, denuestos e ynproperios lo maltrataba de palabra, obra o por escrito, usando los superlativos de “reciví la gratísima, estimadíssima” y otros de obsequio y agradecimiento; y, si era en su cara, yva a abrazar al que los decía, diciendo: “es vuestra merced y a ser mi queridíssimo dueño, aunque no quiera” Y luego yva quizá a ofrecer los desprecios al Divino Señor y Dolorosa Madre a cuio templo entrava a rezar cada día cien vezes. Y después de cena, viéndonos ya acostados, se entrava en él, y, aunque me trasnochava leiendo, nunca le oí salir para coger el sueño que era bien parco.”

En 1712, un año después de la muerte de Kino, el Padre Campos desenterró los restos de los padres Ignacio de Yturmendi y Manuel González de Tubutama, donde habían sido inhumados al morir allí, y se los llevó a Magdalena, en donde los reinhumó  a los lados de los de Kino. Allí pueden ser vistos actualmente por el viajero, acompañando a los del misionero trentino.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Kino escribe Favores Celestiales



El otro libro, aparte del de Manje que cubrimos en el artículo anterior, que también nos hace la crónica de las expediciones en la Pimería Alta de Eusebio Francisco Kino, fue escrito por el misionero y lleva, completo, el larguísimo título, como era costumbre entonces, de:“Favores Celestiales de Jesús y de María Santísima y del gloriosísimo apóstol de las Indias, San Francisco Xavier, experimentados en las nuevas conquistas y nuevas conversiones del nuevo reino de la Nueva Navarra de esta América septentrional incógnita y paso por tierra a la California, en treinta y cinco grados de altura, con su nuevo mapa cosmográfico de estas nuevas y dilatadas tierras, que, hasta ahora habían sido incógnitas, dedicados a la Real Majestad de Felipo V, muy católico rey y gran monarca de las Españas y de las Indias,” aunque actualmente lo conocemos simplemente como “Favores Celestiales.” 

Felipe V de España
En su dedicatoria al Rey Felipe V, primer rey Borbón de España y sucesor de su último rey Habsburgo, Kino le propone que a toda esta región se le llame la Nueva Filipinas en su honor, haciendo derivar este nombre del de Felipe; ésto en segundo caso, ya que “si no es que vuestra real Majestad más guste … que estas nuevas conquistas … se decoren con el nuevo título de la Nueva Navarra … pues este nuevo reino de la Nueva Navarra americana podrá reunir otros más nuevos reinos cercanos que se están conquistando con los reinos ya conquistados, según y como el reino de la Navarra europea intermedia y une las coronas y reinos de Francia y España.“

Es decir, y empleando nuestro vocabulario moderno, le planteaba al rey que la Pimería Alta podía llamarse Nueva Navarra en recuerdo de Navarra, situada entre España y Francia, ya que Navarra había sido el origen de las nuevas  dinastías borbónicas, tanto francesa como española. En primer lugar, porque en Pau, Navarra,  había nacido Enrique IV de Francia,  primer rey Borbón de Francia; y en segundo, ahora también España se incorporaba a la dinastía borbónica con el ascenso de un tataranieto de Enrique IV al trono español, Felipe V.

Enrique IV de Francia
Pero además, esta referencia de Kino era halagueña en otro sentido a los oídos del primer rey borbón español, ya que también le hacía recordar los esfuerzos globalizantes de su tatarabuelo Enrique III de Navarra y IV de Francia, debido a que al igual que Enrique IV  había impulsado el comercio francés con el Lejano Oriente, ahora Felipe V de España podía convertir a la Pimería Alta en puente comercial entre Europa y Asia.  

Kino escribiría otras obras más, unas conocidas nuestras y otras más que se han perdido y tal vez se encuentren traspapeladas en algún archivo. Entre las primeras está su crónica de la vida del Padre Saeta, mártir de Caborca, que conocemos como “Inocente, Apostólica y Gloriosa Muerte;” así como el otro texto, el único que fuera impreso en vida del misionero y que causara el enojo de Don Carlos de Sigüenza, y que conocemos como “Exposición Astronómica de el cometa…”  Pero hubo otros manuscritos más de nuestro misionero que hoy han desaparecido, aunque Kino los señala. Entre éstos se encuentra el que menciona en una carta escrita en febrero de 1702: “El tratado de la California Baja, intitulado Novae Carolinae, porque con los tan católicos gastos de Don Carlos II se emprendió esa conquista, ya está escrito.” Además, en la dedicatoria de Favores Celestiales escribió lo siguiente: “Otro pequeño tratado intitulado “Manifiesto Cosmográfico de que la California no es isla sino península, y continuamente con esta Nueva España, acabándose el seno califórnico en 35 de altura,” lo acabo de escribir, y, con su mapa, lo remito a México al Padre Provincial Juan de Estrada, que su reverencia me lo pide.” De este otro texto tampoco se conoce su paradero.

Tanto en el título de Favores Celestiales como en las diversas menciones que hace en su texto de la unión entre Sonora y Baja California, originalmente Kino había escrito que su latitud se encontraba en los 32 grados, lo que se acerca a la realidad, ya que fallaba apenas en unos 40 Km. Sin embargo, algún suceso desconocido de nosotros ocurrió durante los últimos años de la vida del misionero, hecho que le llevó a cambiar esa latitud, tachándola en todas las ocurrencias del manuscrito y la reemplazó por 35 grados; es decir, un error de aproximadamente 360 Kilómetros.

Favores Celestiales es un libro que carece de cohesión histórica, porque fue escrito con la meta de publicitar lo logrado en las misiones y para conseguir más misioneros. Consta de cinco partes, la primera escrita a fines de 1699, comprende hasta ese año; la segunda cubre hasta los sucesos de 1702 y la tercera hasta 1704. La cuarta parte cubre hasta finales de 1706, aunque fue dedicada en 1708; y finalmente, la quinta parte fue dedicada en 1710, o sea un año antes de la muerte del misionero, y aunque originalmente no se planeaba su inclusión en Favores Celestiales, finalmente sí lo fue, mientras que el libro no conocería la imprenta sino hasta el siglo XX, primero cuando Herbert Eugene Bolton lo publicó en Inglés en 1919, y después en Español con la edición de 1923, que fuera iniciada en 1913 por Francisco Fernández del Castillo.

Esta es la herencia textual de Eusebio Francisco Kino, es la crónica de sus logros y de sus afanes, es la manifestación de los procesos mentales de aquel misionero que, formado académicamente en Europa, había sido destinado a nuestra región para incorporarla al catolicismo así como a la fórmula de existir de este ser humano mestizo, moderno, fronterizo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Manje en la cárcel


Leímos en el artículo anterior de esta serie cómo Juan Matheo Manje escribió, al final de 1706, su libro “Luz de Tierra Incógnita…” y cómo al final del mismo incluyó un capítulo que tituló “Conclusión de esta obra y nota del estado presente, espiritual y temporal, que tienen estas naciones de la provincia de Sonora…” en el que agregaba una serie de apreciaciones que atacaban la propiedad de las mejores tierras existentes para las misiones, así como otras acusaciones contra los Jesuitas, diciendo que éstos no atendían a las necesidades espirituales de los no indígenas.

Esta serie de expresiones de Manje llevaron a que los Jesuitas amenazaran con abandonar la labor misional si no se ponía remedio a esos graves cargos. En respuesta, el Gobernador de Nueva Vizcaya, Juan Fernández de Córdoba, ordenó que Manje fuera arrestado y conducido, en grilletes, a Parral para ser juzgado, así como que se le embargaran sus bienes. Estando ya a recaudo Manje en Parral a principios de 1708, los Jesuitas se retractaron y en varias cartas le pidieron al Gobernador que Manje fuera liberado. Estas cartas llevaron de nuevo a que el Gobernador ordenara que Manje fuera puesto en libertad “sin preguntar la causa de su prisión” lo que, obviamente, no fue del agrado de Manje, quien sufrió la vergüenza de haber sido llevado preso desde Sonora, y ver cómo ahora era liberado sin ninguna explicación.

Así fue cómo la ocasión para que ocurriera un segundo enfrentamiento no tardó en presentarse. El 27 de abril de 1708 Manje se encontraba aún en Parral, aunque libre, y ese día habló con el Gobernador sobre el problema que le había llevado a ser apresado.  Furioso, en su conversación agregó que “había tenido una carta de la provincia de Sonora en que le avisaban que luego que lo habían traído preso, dos religiosos de la Compañía de Jesús misioneros, habían juntado los indios de sus pueblos y predicándoles que ellos lo podían todo, pues hacían sacar los españoles de aquella manera.” Al escuchar ésto, el Gobernador le preguntó si podía probar lo que decía, que era una grave acusación contra la orden Jesuita, a lo que Manje respondió que sí. Entonces el Gobernador le pidió que le mostrara la carta a lo que Manje se negó. Frente a esta situación, el Gobernador Fernández le ordenó que mostrara la carta de que hablaba o lo metería nuevamente en la cárcel. “A lo que dicho Juan Matheo respondió que hiciera lo que quisiera, que le quitara la cabeza, que toda la provincia de Sonora se perdería por él.”

En seguida, Fernández ordenó que nuevamente Manje fuera encarcelado, y que “para que le sirva de castigo a su inobediencia, subsista preso en dicha cárcel hasta que a su Señoría  le parezca equivalente castigo a su culpa.” Y así fue enviado nuevamente Manje a prisión. No sabemos cuánto permanecería el militar aragonés detrás de las rejas, ya que no se conoce en dónde hayan quedado los expedientes de esta causa. Lo único que sabemos es que en la segunda versión de su libro “Luz de Tierra Incógnita…” escrito años después, en 1720, Manje agregó en su prefacio una pequeña explicación sobre lo sucedido en 1708: “Y a la final puse un manifiesto del estado temporal y espiritual de las misiones, y milicia y minas de esta [provincia] de Sonora, en donde ha treinta años que resido, cuya genuina relación fue la piedra de escándalo para articular contra mí subrepticios informes, llevados de una fácil y vana credulidad vulgata; y habiéndose visto y expurgado por varones doctos, sabios y píos, prudentes y curcunspectos, aprobaron la obra de mis aserciones en el crisol del eximio examen, defendiéndola y volviendo por mi inocencia.”

Sin embargo, en esa segunda edición, Manje no incluyó la  “Conclusión…” que había escrito en 1706, la que fue reemplazada por una descripción de Sonora, escrita por el Jesuita Luis Velarde, quien sustituyó a Kino en Dolores después de la muerte del misionero. Además, Manje agregó un párrafo explicatorio sobre las causas que le llevaron a eliminar su “Conclusión…” de esta segunda edición: “porque se reformó parte de lo que pedía forzoso como preciso remedio; omitiendo ésto pasaré a producir sucintamente lo que faltaba de remediar.” Es decir, de estos textos deducimos que Manje y los Jesuitas llegaron a un acuerdo que muy probablemente fue verbal: mientras los Jesuitas retiraron sus cargos contra el militar, éste a su vez omitió su “Conclusión…” de la segunda edición de su obra. Conocemos el texto de ésta porque en la Biblioteca Real de Madrid existe una copia de “Luz de Tierra Incógnita…” con la “Conclusión” de 1706 incluida.

domingo, 30 de octubre de 2011

La "Luz de Tierra Incógnita..."

El para entonces General Juan Matheo Manje concluyó un libro ese año de 1706, firmándolo el 3 de diciembre, poco después del regreso de Kino de su última expedición a la costa sonorense. Le llamó “Luz de Tierra Incógnita entre las gentes más bárbaras…” Este constituye el texto fundamental con que contamos de la visión laica del desarrollo de la Pimería. En él, Manje presenta su perspectiva del mundo así como las crónicas de sus viajes exploratorios con Eusebio Francisco Kino; pero lo principal fue que como conclusión incluyó en él su proyecto del futuro de la Pimería Alta. Hasta allí, todo bien.

El problema surgió de los conceptos vertidos en esa conclusión. Si bien, Manje reconoció los logros obtenidos por los misioneros Jesuitas, también asentó que se apoderaban de las mejores tierras de siembra, dejándole a los españoles las peores. La solución, opinaba Manje, la daba el cambio en cantidad de población de las más antiguas misiones, las que habían comenzado con unos mil indígenas que para entonces se habían reducido a unos cien. Así, se podrían aparcelar esos terrenos y redistribuirlos entre los españoles, que habían defendido la provincia de los asaltos indígenas con todo lo que tenían. Además, se les deberían de conceder “muchos privilegios y franquicias, como las tienen los pobladores de Nuevo México.”

Por otro lado, también se quejó de que en todo Sonora había únicamente “tres curatos, con tres sacerdotes clérigos,” éstos eran Nacozari, San Juan y Horcasitas, cuyos curas debían atender a los españoles, criollos y mestizos de toda la región, tarea imposible por la enorme extensión del territorio sonorense. Como resultado, en algunas regiones los españoles “se pasan un año y más que no ven a su cura, careciendo de todo consuelo y pasto espiritual,” y agregó que antiguamente los misioneros atendían también a los españoles, aunque en el estado presente “se han inhibido los padres jesuitas de administrar los sacramentos a los vecinos españoles y aún a los indios sirvientes de estos…” La razón, continuó Manje, fue que “un cura, imprudentemente, hizo un informe contra su punto y crédito al ilustrísimo señor Obispo de este reino que fue el motivo para que su prelado o visitador les prohibiese” atender a los que no fuesen indígenas.

Y aquí agregó una frase demoledora: “Y para más corroborar ésto, pondré, incidentalmente, este párrafo de carta del padre Eusebio Francisco Kino, jesuita, que expresa lo siguiente: Siento no poder ir a administrar esos señores a Bacanuchi, por haber informado un cura al señor obispo contra nosotros, que ha motivado a los superiores que el padre rector, ahora nuevamente, nos haya mandado que no nos metamos en cosas de los señores curas.” Y agregó un lamento personal: “¡Oh, desdicha de estos tiempos! ¡Que por este ídolo de punto y crédito se haya de atropellar contra la honra de Dios y salvación de sus almas, redimidas con el valor excesivo de la sangre del Cordero!”

Pero no concluyó aquí la situación, también envió su reporte al Obispo de Durango y a la Audiencia de Guadalajara, agregándole las firmas de los ciudadanos de Bacanuche, lo que equivalía a una queja pública. Al conocerlo Francisco Píccolo, Visitador Jesuita de Sonora, se enfureció y le envió una queja al Gobernador de Nueva Vizcaya, Juan Fernández de Córdova, advirtiéndole que “de no haber remedio para tanto escándalo, mande salir de la dicha provincia a todos los misioneros.” En respuesta, el Gobernador ordenó el arresto de Manje, quien debería ser conducido a Parral “a buen recaudo y con un par de grillos,” que se confiscaran sus bienes y se averiguaran las acusaciones que había hecho, y el método seguido para conseguir las firmas que aparecían en el documento. La orden fue cumplida, según describiría después Manje, sin darle tiempo de “buscar unas cabalgaduras de mi andar,” sino que se le dio “una mula ajena”, ni tampoco pudo llevar ropa ni equipo para el viaje. Tras un mes de viaje, el día último de febrero llegó a Parral, en donde fue encarcelado. Mientras, en Bacanuche se realizó la investigación sobre el texto, y la conclusión fue que no faltaba a la verdad.

Poco después llegaba a Parral una serie de misivas de distintas autoridades jesuitas que, según el Gobernador Fernández de Córdova, “le piden que suspenda el éxito de esta causa sin hacerle a dicho reo culpa y cargo por los inconvenientes que … pueden resultar a la publicación del juicio.” De esta manera se le comunicó verbalmente a Manje su liberación, ordenándosele “que vuelto a su casa sea sin preguntar la causa de su prisión.” Pero éste no fue el final del affaire, aunque el espacio se agota por lo que continuaremos en el próximo…

domingo, 23 de octubre de 2011

El mito de California y la Pimería Alta

En la exploración de nuestra región desde los siglos XV al XVIII se conjugaron mitos y verdades, alimentando con una rica mezcla la imaginación de los exploradores. Por ejemplo, aún el nombre de California estuvo envuelto en la imaginacion. Este nombre se alimentó con la creencia de que era una región habitada por amazonas dirigidas por Calafia, su reina, y que se trataba de “la isla más grande que se haya descubierto, separada de Nuevo México por el Mar Mediterráneo de California,” y que  América podría estar comunicada con Asia más hacia el norte a través de un puente, o bien que habría un estrecho navegable para llegar a Asia al que hasta nombre se le dio: de Anián, en honor a la opinión de Fray Antonio de la Ascención, quien creyó que el reino de Anián se encontraba entre los reinos de Quivira y la California.

Fueron nombres míticos, fueron lugares imaginarios que provocaron expediciones como las de Marcos de Niza o de Vázquez de Coronado, quienes buscaron los fabulosos reinos de Cíbola y Quivira que, como es sabido y lógico, nunca existieron.

Según vimos en el artículo anterior, a fines de 1706 Kino organizó la que, hoy sabemos, fue su última expedición a la costa, en la que le acompañaba Fray Manuel Oyuela. Este describió en su informe porqué se creía entonces que California era isla y no península, cómo fue que Kino sostuvo su peninsularidad y cómo llegó él a verla como península desde las alturas del Pinacate: “no es isla la California sino sólo península, como días ha y con mucha razón dice y escribe  el padre Eusebio Francisco Kino que nos trajo a ser testigos de esta verdad. Con lo dicho he visto que el hereje Drake es autor de la mentira con que quiere subir este mar de California hasta la mar del Norte, queriendo desmentir a los antiguos españoles que pusieron a la California tierra firme con esta, como realmente lo es.” Y concluía con un lamento en el que afloraba su frustración: “por este hereje hemos trabajado tantos, tanto.”

Sir Francis Drake
Oyuela se quejaba de que el conocimiento logrado desde el inicio de la conquista de Nueva España, de que se trataba de una península, había sido desechado por la versión de Drake. Es decir, aunque en 1541 Hernando de Alarcón, que obedecía las órdenes de Cortés había realizado un viaje exploratorio por barco del mar califórnico y descubierto su  peninsularidad, sin embargo, al igual a como sucede en tantas ocasiones en nuestros países, se le creyó más a un extranjero, a Sir Francis Drake que a él. 

Drake fue un pirata inglés que había realizado un viaje por la costa del Pacífico de Nueva España, asaltando y robando los pueblos españoles por donde pasaba. Navegó siguiendo de Sur a Norte la costa del Pacífico Americano en 1579 y llegó hasta cerca del actual San Francisco aunque sin encontrar el famoso paso al Oriente.

Isabel I
Y cuando regresó a Inglaterra, la Reina Isabel le premió otorgándole el título de caballero, aunque declaró que lo descubierto en su viaje era secreto de Estado y ordenó que se guardara silencio sobre el asunto, además de insertar mentiras en su crónica. Pasó el tiempo, y basándose en lo descrito en su viaje, que no mencionaba la existencia de alguna península en nuestra región, los súbditos españoles que se encontraron con California en el mismo lugar, pensaron que tal vez no fuese península porque habría bloqueado la exploración de Drake, sino una isla en realidad, y que tal vez formaría un estrecho con tierra firme, el legendario de Anián, que más al Norte se abría nuevamente y permitía la comunicación con Asia. El mismo Kino siguió esta hipótesis, mostrando California como una isla en sus mapas iniciales.



Pero continuó la búsqueda, y mentes como la de Kino encontraron otra dimensión, idearon otra vocación más para la región: la Pimería debería tener una ubicación estratégica dirigida hacia el comercio mundial. En otras palabras, podía servir como puente, terrestre o marítimo, hacia las riquezas comerciales del continente asiático.

Así, los intentos para determinar si esa larga lengua de tierra era isla o península desvelaron las atenciones de infinidad de exploradores, entre ellos las de nuestro misionero, Eusebio Francisco Kino, quien intentó probar, acertadamente por cierto, que California es una península, contra las opiniones de peninsulares, como Juan Matheo Manje, que siempre creyeron que se trataba de una isla. 

Sin embargo, lo que Kino no podía predecir era que, a pesar de que California sí es península, la realidad es que para llegar a ella es necesario atravesar el desierto de Sonora. Esta es una de las regiones más inhóspitas del planeta, una zona en donde las arenas desérticas, aparentemente interminables, se extienden hasta el horizonte ocasionando incontables muertes a través de los siglos. Eso imposibilitaba la comunicación y el comercio entre ambas. Es decir, al reto de determinar la peninsularidad califórnica se unió otro a vencer, uno que Eusebio Francisco Kino nunca mencionó, el de la extrema aridez de su medio natural, el de la escasez de agua que rige, aún hoy, el desarrollo de nuestra región.

domingo, 16 de octubre de 2011

La Ultima Expedición a la costa sonorense

Después de regresar de su viaje a la costa de Caborca empezando 1706, a Kino no se le olvidaba la ruta por tierra a California, aunque pasaron los meses y no se presentó la oportunidad de organizar otro viaje para buscar su ansiado paso por tierra.

En octubre fue a Fronteras en su papel de Procurador de las Misiones a comprar ropa, y allí se entrevistó con el Gral. Jacinto de Fuensaldaña, Capitán de la Compañía Volante de Sonora, quien lo apoyó en su proyecto de organizar otra expedición a la costa sonorense. Nos cuenta Kino: “Teniendo su merced por cierto lo que era muy cierto, que la California no era isla, determinó darme unos soldados que conmigo fuesen a ser testigos de vista y se informase de todo a fin de informar jurídicamente en México.” Además, ofreció enviar un correo a sus expensas “en orden también de conseguir y traer los padres tan necesarios para estas nuevas conversiones.” Con ese fin, Fuensaldaña encomendó al Alférez Juan Mateo Ramírez y a Antonio Durán como escoltas de la expedición, mientras que un franciscano, Fray Manuel de Oyuela, decidió acompañarlos.


La ruta del viaje
El 13 de octubre partía de Fronteras el grupo y tres días después llegaba a Dolores. Allí, Ramírez encontró un grupo de indígenas que habían acudido “con una cruz y con otras buenas dádivas de conchas azules de la contracosta, con una santa cruz que enviaban los de la nación quíquima.” Ya sabemos que la concha azul, el abulón (haliotis fulgens) existe únicamente en la costa califórnica del Pacífico, y que los Quíquima era una tribu que habitaba el delta del Colorado.

En Dolores pasaron cinco días preparando la expedición y luego se dirigieron a Remedios y de allí a Síboda (Cíbuta actual), que para entonces era una importante estación de abastecimiento de las expediciones, así como de las nuevas misiones de la región desértica. En ese lugar, Kino se abasteció de carne seca y cuarenta caballos y mulas, como complemento de los 25 que ya llevaba, además de 25 cabezas de ganado para Búsanic para reemplazar el ganado que de allí había enviado antes a Sonoita. Habiendo llegado a Tubutama, los  recibió el padre Minutuli quien, “con muy mucha caridad y amor, nos avió con vino de misas, con candelas de cera, con chocolate, pan y bizcocho, con pinole, carnero y carne de vaca y aún con su propia mula de silla.”

Más adelante, pasaron por Caborca y de allí a Sonoita, desde donde Kino decidió, en vez de dirigirse al delta del Colorado, subir el cerro de Santa Clara (volcán del Pinacate) y desde su altura otear la costa. Atravesaron el desierto sonorense hasta que llegaron a las faldas del volcán, de donde, auxiliados por las mejores mulas que tenían, subieron la escarpada y extremadamente difícil falda de esa montaña que se eleva 1,200 metros sobre el nivel del mar.

Y mientras que Durán los esperaba abajo por estar enfermo, el resto de los expedicionarios subieron las cuatro leguas (en realidad son como 19 KM de constante ascenso) hasta el puerto que divide las tres cimas. Nos dice Ramírez: “sobre este cerro hacen otros tres cerros apilonados: subimos en el que cae al sur, desde donde se vio el mar, el cual nos quedaba meramente al sur.” Era el menor de los tres picos y desde su cima vieron cómo “se perdía de vista sin que ni de la parte del oriente, de donde venimos, ni de la parte del poniente subiera mar alguno hacia el norte o noroeste.” Y así era, desde esa cima únicamente se alcanza a ver el desierto de Sonora extendiéndose hasta perderse en el horizonte, mientras que hacia el Sur se logra discernir el azul del mar.

Después bajaron a pernoctar en el puerto situado entre los picos y un día después subieron a la cima más alta, la más difícil, la situada al Norte, donde “por ser tan alto y un género de cascajal de piedra tezontle, como lo es todo este grandísimo cerro, que temía acabar primero con la vida que con la empresa.” Hace pocos años subimos el volcán. Fue un ascenso que duró tres días, y pernoctamos en el puerto que se menciona más adelante, el mismo en donde pasaron la noche esos expedicionarios. En seguida muestro el video de ese ascenso.

Pinacate
(Debo agregar la siguiente información. Se le ha dado el nombre del Pinacate, debido a que el color de la roca allí es negra, lo que recuerda al artrópodo que se encuentra en toda la región, del género Aleodes. 

La región es extremadamente calurosa y desértica, por lo que se escoge marzo, cuando aún las mañanas son frías y los días más templados, como temporada para el ascenso. 

Por otro lado, también en marzo, y dependiendo de cómo haya sido la temporada de lluvias invernales, el suelo del desierto se cubre en mayor o menor grado de alfombras de flores, las que pintan todo el paisaje de diferentes colores, las que hacen creer que en realidad no es tan árida esa región). 


 Video de un ascenso al Pinacate, realizado con motivo del tricentenario de Kino

Desde su cima alcanzaron a ver “con más individualidad, lo que habíamos visto la tarde antecedente, y que con esta continuación de ambas tierras y paso por tierra a la California, y vimos que su Sierra Madre de la California corre de sur a norte hasta a donde remata el mar y que una punta se pega con una bahía que fray Manuel  llama la ría, por ser el desemboque del Río Colorado en el remate de la mar de la California.”

Habían logrado su objetivo y regresaron a Dolores, donde Ramírez pasó en limpio su informe. Sin embargo, estando allí recibieron una noticia que echaba a la basura lo logrado. Fuensaldaña acababa de morir.

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Un barco entre Sonora y California?

El misionero Eusebio Francisco Kino se encontraba frente a otra opción promovida por el Padre Juan María Salvatierra, quien después de acompañarlo al delta del Colorado en 1701 y conocer personalmente el desierto sonorense decidió fundar el puerto de San José de Guaymas para abastecer marítimamente las misiones califórnicas en vez de la ruta por tierra, de la ruta del desierto que promovía nuestro misionero.

Esta iniciativa de Salvatierra, que tal vez como premio por su iniciativa había sido nombrado Provincial Jesuita para el trienio 1704-1707, cambiaba los planes de Kino, quien para estar en armonía con el proyecto de Salvatierra decidió encontrar otra ruta hacia California por mar, no por tierra, y así cambió su objetivo. El 19 de enero de 1706 partía, acompañado del Padre Gerónimo Minutuli hacia el al suroeste a recorrer la costa de Caborca, que era región de transición entre Pimas y Seris.

Ruta de la expedicion de Kino en Enero de 1706
De esta manera, según nos narra Kino: “fue Dios servido que juntamente descubrimos … de este seno de la mar de la California una isla grande, que tendrá como tres leguas de ancho de oriente a poniente, y como siete u ocho leguas de largo de Norte a Sur, y no distaba  de esta tierra firme o costa que como seis o siete leguas.”  Ese texto nos dice que no la identificó como la misma que habían divisado desde el lado sur al inicio de su labor apostólica en la Pimería Alta hacía 21 años; de cualquier manera, hoy sabemos que indudablemente se trató de la Isla del Tiburón. No hay otra en la región con dimensiones que se aproximen a esas que, también erróneamente, le asignó, ya que es aún más grande, porque una legua equivale a unos 4 KM.

Pero eso no fue todo: “… Al rumbo de noroeste de esta referida isla … en distancia como de tres leguas, el día siguiente, 22 de enero, desde un altillo descubrimos muy patentemente otro grande pedazo de tierra, al parecer califórnica, y aunque estuvimos con alguna duda de si ella sería también isla, o si sería tierra contigua y continuada o continente con la misma California, nos persuadimos ésta sería aquella puerta de la California que … se extiende mucho hacia el oriente… y vimos que no distaba de nosotros más que como nueve o diez leguas” Ese trozo de tierra que alcanzaron a divisar en lontananza debió ser la Isla Angel de la Guarda, que se encuentra como a 75 Km (unas 19 leguas) del punto de donde la atisbaron.

Juan de Ugarte
De cualquier manera, de inmediato Kino asoció la proximidad de esas tierras con la posibilidad de utilizarlas como estaciones intermedias para abastecer las misiones califórnicas, y así renació su proyecto de construcción de un barco en Sonora. Vino después una serie de cartas entre nuestro misionero y otro gran Jesuita de la obra misionera en California, Juan de Ugarte, quien ya había disuadido a Salvatierra cuando éste quiso desmantelar el esfuerzo misional en California durante la época más difícil del avance califórnico y ahora lo había suplido como Rector de California. El era el más indicado para colaborar con Kino para establecer una nueva ruta de abastecimiento hacia California.

Años después, Ugarte construiría el primer barco hecho en California y realizó algunos viajes exploratorios a lo largo de la, hoy sabemos, península. Sin embargo, entonces estaba convencido de que era incosteable construir uno y trató de disuadir a Kino contra su proyecto de hacer uno en Sonora: “me es preciso prevenir a V.R. como quien tiene a mucha costa experiencia de barcos… Digo, pues, que aunque V.R. tenga maderas y tenga gentes y aún oficiales para fabricar; aunque hubiera hierro, velas, cables, estopa, brea y en la playa buen bole para arrojar al agua el lanchón…” sería mejor “…comprar una lancha hecha, con anclas, cables y velas; ahorrarán más de la mitad del gasto y, lo mas preciso o más precioso, el tiempo.”

Sin embargo, Kino no hizo caso, ya tenía adelantado su barco: “Con el favor del cielo, no tendremos particular dificultad, pues tengo aquí, en casa, en este pueblo de Nuestra Señora de los Dolores, la mayor parte de las maderas labradas para un barquillo acuartelado, que con unas buenas mulas de recuas con facilidad, con los demás tablones que tengo en Nuestra Señora de la Concepción del Caborca,  ya muy cerca de la mar, las podremos llevar hasta las orillas de este seno…”

Un madero en un dintel de las ruinas de la mision de Cocóspera
Pasarían los años, y esa idea que germinaba entonces en la mente de nuestro quijotesco misionero no lograría ver su fruto. Jamás se logró atravesar el desierto sonorense jalando los maderos de ese barco.  Esa hubiera sido una imagen icónica que actualmente representara la ideología norsonorense, imagen que tal vez, quizás tal vez, hubiera transformado la historia de nuestra región.

Pero en cuanto al destino que tuvieron aquellos maderos, quién sabe en dónde hayan quedado, tal vez en alguna fogata para calentar alguna noche invernal sonorense, tal vez como dintel de alguna puerta o alguna ventana en algún edificio...

De esa idea sólo nos quedó la huella de la tinta esparcida por una pluma de ave sobre un papel, la que ha servido para informar a este artículo.

 

lunes, 3 de octubre de 2011

El ritual de la peregrinación anual a Magdalena

En el anterior artículo de esta serie traté sobre las raíces prehispanas  de la peregrinación anual a Magdalena. Actualmente, esta peregrinación ocurre anualmente al aproximarse el 4 de octubre, temporada que anuncia el cordonazo de San Francisco, cuando se presentan los huracanes que auguran la madurez de la naturaleza y el inicio de su periodo de latencia, cuando cambia precisamente en estas fechas el clima regional, de caluroso a templado y a frío. Así,  vemos a miles de peregrinos acudir a Magdalena desde toda la región: del suroeste estadounidense y del noroeste mexicano. Lo mismo nogalenses que del río de Sonora o de otras regiones; igualmente indígenas Ojódam (o pápagos) que Yaquis o de otras etnias; ya sea mestizos mexicanos o estadounidenses. Unos a pie, otros en autos o bien en cabalgatas. Son peregrinaciones que pueden durar menos de un día o, dependiendo de la distancia que los separa de Magdalena, hasta tres o cuatro.

Una cabalgata procedente de Arizpe, el 2010, saliendo del rancho Agua Fría
Las razones que han motivado estas peregrinaciones han variado a través del tiempo. Mientras que en lo prehispano tuvieron un ingrediente ideológico asociado con el comercio de la concha, como vimos en el artículo anterior, para cuando se da el contacto europeo con lo indígena, el motivo ideológico se había asociado a los periodos vitales anuales de la naturaleza, a la época de cosecha del maíz y de los demás vegetales propios de la temporada. Esto lo festejaban los nativos con borracheras de tesgüín (el fruto principal de la temporada, el maíz, era fermentado y convertido en un propiciador de la comunicación con el más allá) y así agradecían los frutos que habían cosechado durante ese año. Esa es, para empezar, la razón por la que se realiza la caminata precisamente en esta temporada.

Desayunando durante una cabalgata el 2010
Además, y en particular pasando por la región de Magdalena, desde tiempos inmemoriales debió haber otras peregrinaciones importantísimas de las que se desconocen sus  detalles, aunque nos quedaron sus vestigios. Una, ya mencionada antes, fue la de la concha destinada a Paquimé, Chihuahua.

Uno de los hornos de pedernal que se encuentran cerca de Magdalena
Pero hubo, además, otras que estuvieron relacionadas con la recolección del pedernal para fabricar herramientas. Este mineral aflora naturalmente hacia el este de Magdalena, y en esa región podemos encontrar sitios arqueológicos con hornos donde se despedazaba el pedernal utilizando el fuego, que posteriormente era comercializado hacia otras regiones, ya que en los sitios arqueológicos del Norte de Sonora se pueden encontrar esas rocas prcisamente. Igualmente nos encontramos en esos contornos literalmente con centenares de almacenes para guardar quién sabe qué (y de los cuales hasta pinturas nos heredaron los indígenas). Finalmente, encontramos por allí manifestaciones de un culto asociado con la lluvia, ya que en las rocas de la comarca  podemos también ver unas curiosas serpientes grabadas en la piedra que servían para conducir y recolectar el agua de la lluvia en rituales religiosos hoy olvidados aunque,  por esos vestigios, sabemos que los hubo.

Un alto en el camino durante la cabalgata anual de Arizpe a Magdalena
Y vinieron los europeos, y encontraron rituales indígenas relacionados con la temporada de madurez cíclica de la naturaleza.  Y los misioneros Jesuitas, como Eusebio Francisco Kino, intentaron imponer el calendario religioso cristiano sobre el calendario ideológico prehispano. Entre otras, su fecha más importante, el 3 de diciembre, aniversario de la muerte de San Francisco Xavier, fundador Jesuita y patrono de Kino, de quien hasta el nombre adoptó. Sin embargo, los indígenas no entendieron ese cambio, ¿Porqué celebrar la naturaleza en diciembre, cuando el frío invernal impera sobre la región y ésta se encuentra en su periodo de latencia? De cualquier manera, como otro ingrediente ideológico más de la peregrinación actual, de esa época nos quedó el culto al santo acostado, a San Francisco Xavier.

Después, los Jesuitas fueron reemplazados en 1768 por la Orden de los Franciscanos, cuyo fundador, San Francisco de Asís, también es el Santo Patrón de los Animales y del Medio Ambiente. Pero además sucede que el santo murió un 3 de octubre y la Iglesia lo conmemora el día siguiente. Y así ocurrió que los indígenas percibieron que la conmemoración principal de los Franciscanos coincidía con la propia; es decir, se honraba a San Francisco cuando ellos celebraban el fin del ciclo anual de vida de la tierra con sus borracheras, y así se sincretizaron en ese día la conmemoración cristiana y la indígena asociada con el culto a la tierra. De esta manera se conservó el culto a San Francisco Xavier, pero venerado el día en que el santoral católico recuerda a San Francisco de Asís. de esta manera surgió otro ingrediente más de la conmemoración.

En 1832 la iglesia actual de Magdalena fue concluida y dedicada para recibir a miles de indígenas, Pimas y Pápagos. Para entonces, este evento anual en Magdalena era ya una tradición establecida, lo que llevó a que en Magdalena fuera establecida en 1862 una feria anual, ocasión que les daba a los indígenas la oportunidad  de acudir allí a adquirir productos, que en su mente era vista con reminiscencias de sus antiguas peregrinaciones por la concha, por la sal marina. Pero además, a los criollos y mestizos la feria les dio la oportunidad de acudir también a las fiestas, no haciendo Mandas como actualmente sino a celebrar a San Francisco.  Y así se incorporó el elemento comercial a la festividad magdalenense moderna.

Pasaron los años, y al ser descubiertos en 1966 los restos del misionero Eusebio Francisco Kino, su veneración se agregó a estos rituales. Actualmente, al aproximarse la fiesta anual de Magdalena, la plaza se llena de puestos de alimentos que evocan la feria establecida en el siglo XIX, mientras que miles de peregrinos, muchos de ellos todavía indígenas, aunque la mayoría son mestizos, llegan procedentes de Arizona y de Sonora buscando, los primeros revivir sus antiguas tradiciones y los segundos, a través de ese sacrificio, que una petición personal  les sea cumplida por la deidad, sea ésta  San Francisco (de Asís o Xavier), Juan Soldado o San Judas Tadeo.

La cabalgata procedente de Arizpe, llegando a Magdalena el 2009




domingo, 2 de octubre de 2011

Las raíces prehistóricas de la peregrinación a Magdalena

Las peregrinaciones son, en todo el mundo, expresiones importantísimas que expresan los sentimientos, las raíces y la cultura de sus sociedades. Y aunque existen peregrinaciones en casi todos los continentes, las más conocidas ocurren en el Oriente Medio, en Asia y América. Y precisamente en este último continente, en particular en México, la más popular es la de la Virgen de Guadalupe, mientras que en nuestra región, Norte de Sonora, la peregrinación anual a Magdalena ocupa un lugar primordial.

Los análisis de las peregrinaciones les reconocen tres elementos principales:
  • la edificación de un mundo idealizado, 
  • la construcción de un nuevo centro del mundo y 
  • la expresión de una renovación espiritual.
Analicemos, pues, la peregrinación de Magdalena bajo estas perspectivas.

Pequeño grupo de caminantes a Magdalena el 2011, ya casi llegando a su destino
La primera, la manifestación de una idealización existencial. En nuestro caso, tenemos que un sacrificio, la caminata, se recompensa con el cumplimiento de una petición personal. Esta es la  interpretación que tiene el peregrino que intenta mejorar económicamente o bien la salud propia o la de un pariente o cualquier otra petición, y realiza el sacrificio de la caminata intentando conseguirla. Pero eso no es todo. También está, como un elemento asociado reciente, el surgimiento de aquellos que por alguna circunstancia no pueden realizar el sacrificio de la caminata, y a cambio prometen instalar una estación en algún lugar de la ruta, y ofrecen a los peregrinos ya sea comida, bebida o bien estaciones de descanso a los peregrinos en forma gratuita.  Es decir, para nuestro habitante regional contemporáneo, un premio requiere de un sacrificio temporal previo, y la caminata, o Manda como también se le conoce, que ocurre en estos días de octubre y en esta región, constituyen la ocasión y el espacio propicios para buscar esa recompensa.

La segunda, la construcción de un nuevo centro del mundo, se representa anualmente en el norte de Sonora cuando miles de peregrinos acuden a Magdalena convirtiéndola, así,  en el centro espiritual norsonorense. Y cuando se pregunta uno ¿porqué Magdalena? ¿Porqué en estas fechas de Octubre? tenemos que la respuesta, desafortunadamente, no cabe en este espacio, por lo que en el próximo artículo la cubriré.

Finalmente, el tercer elemento, la renovación espiritual, se alcanza cuando el caminante regresa de su sacrificio, vuelve de la caminata que realizó a Magdalena al lugar habitual donde vive (que en el caso de los habitantes de Nogales es de poco más de 80 KM), pero regresa transformado en un ser humano nuevo, con metas y logros que lo hacen diferente a como era antes de su Manda. Es decir, la Manda es una oportunidad de renovación; el derecho adquirido a un nuevo comienzo a través de ese sacrificio.

Ahora bien, no se conocen los orígenes de esta peregrinación, porque no existen documentos relacionados, aunque es probable que tenga raíces prehispanas, raíces no locales sino regionales. Expliquémonos: se sabe que la nuestra fue una región que participó en redes de comercio continentales que se remontan al primer milenio de la Era Cristiana, o sea más de quinientos años antes de la llegada de Colón a América. En el altiplano central del actual México, después de la caída de Teotihuacán (aprox. 650 DC), ciudad que tenía una función comercial primordial, surgió Tula cuya culminación (900 a 1150 DC) ocurrió cuando germinaron importantes redes comerciales que la ligaban al Sur con Centroamérica y al Norte con el comercio de la turquesa del suroeste estadounidense actual. La turquesa fue la piedra azul-verde más apreciada en el mundo prehispano. Pero también surgió el comercio de la concha del abulón. No fue por coincidencia que al Padre Eusebio Francisco Kino le llamó la atención esta concha que únicamente existe en la contracosta, del Pacífico.

El esqueleto de la guacamaya encontrado en Nogales, Arizona
Ejemplos locales y regionales de estas redes de comercio abundan; entre ellas, el descubrimiento reciente, en un sitio arqueológico en Nogales, Arizona, del esqueleto de una guacamaya de 8 semanas de nacida. Esta es una especie de ave que no vive en forma silvestre aquí, pero que era muy apreciada por el arte plumario prehispano. Es decir, alguien trajo al actual Nogales entre los años 800 a 1,150 DC, que es la época de ocupación del sitio, a esa guacamaya desde al menos el actual Sinaloa, que es donde vive el ara militaris, especie a la que perteneció el esqueleto.

Figura encontrada en Tula, Hidalgo, de ca. 900 DC

También está, ahora en el ámbito continental, el hallazgo en la ciudad prehispana de Paquimé (que alcanza su clímax entre 1200 y 1400 DC), en Chihuahua, de más de 3 millones de conchas marinas procedentes del Pacífico. O ya finalmente, y como corolario ilustrativo que engloba a todas estas redes de comercio prehispano, existe una figura encontrada en una investigación arqueológica en Tula, Hidalgo: la cabeza de un felino emplumado con las fauces abiertas de las que surge una cabeza humana. Pues bien, debo agregar que su base fue realizada con cerámica procedente de Guatemala, las plumas fueron hechas con conchas marinas procedentes de Sinaloa y, finalmente, el cabello y la barba del personaje tienen manufactura realizada con concha de abulón de Baja California (Las conchas azules de Kino).

Frente a estos y otros ejemplos similares, surgen las preguntas: ¿Cómo llegaron esas conchas, esas aves, allí? Pero además: ¿Cual fue la naturaleza de la participación de los antiguos habitantes de nuestra zona, intermedia entre fuente y destino, dentro de esas redes de comercio?

La respuesta es sencilla: su papel fue, o bien obligados o de naturaleza ideológica. Ahora bien, en cuanto a la primera, obligados, sería imposible, ya que la enorme geografía pimalteña o sonorense imposibilitaría forzar a los indígenas, que contaban con nuestros enormes espacios, para dispersarse y evadir los intentos para sojuzgarlos. Esto lo verificarían después los misioneros y militares europeos.

La Kiva de Cañon Chaco
Así, la única razón para que los antiguos pimalteños participaran en esas redes comerciales debió ser de naturaleza ideológica. Y precisamente sobre esta interpretación contamos, afortunadamente, con ejemplos como el de Cañón de Chaco, en Nuevo México actual, que gracias a investigaciones arqueológicas se ha encontrado que sirvieron de centro periódico de peregrinaciones prehispanas relacionadas con el comercio de la turquesa. O ya más cerca de nosotros, los rituales históricos de los Navajo, de los Indios Pueblo, los Pima y Pápago, relacionados con la colecta, anual coincidentemente, de sal del Golfo de California, que a su vez son vestigios de aquellas redes de comercio de sal y de conchas marinas que mencioné anteriormente. Todas esas son las raíces prehispanas de la peregrinación anual a Magdalena sobre la que hablaré más en el próximo de esta serie.


domingo, 25 de septiembre de 2011

Construyendo y reafirmando


Después de que Kino regresara de dejar al Padre Gerónimo Minutuli en Caborca esa primavera de 1705, la situación era muy positiva para la Pimería Alta, aunque ya se veía que, por designios superiores, el proyecto de Kino, la Pimería Alta como base de desarrollo de California, pasaría a segundo plano. 

Juan María Salvatierra y Visconti
 
El Padre Salvatierra, principal promotor de las misiones califórnicas, había sido nombrado Provincial Jesuita en Nueva España y éste a su vez nombró al misionero en Guaymas, Francisco María Pícolo, como Visitador de Sonora. La función principal del Visitador consistía en realizar uno o más recorridos generales por toda su jurisdicción y ver su condición. 

Así, Pícolo llegó a Dolores y verificó su magnífica situación para continuar después su viaje, y Kino lo acompañó hasta San Ignacio y a “Santa María de Magdalena, a donde [el Padre Campos] estaba fabricando la iglesia y la casa.” No podría adivinar que, seis años más tarde, le tocaría acudir a la dedicación de ese templo y durante esa ceremonia enfermaría, moriría y sería enterrado en ella.

Del valle de Magdalena, Pícolo se adelantó a Tubutama, a ver el templo que construía Kino allí, y después visitó Atil y Oquitoa, para regresar de nuevo al Valle de Magdalena. En Imuris nuevamente se le unió Kino para llevarlo a Cocóspera y Remedios –obviamente estaba orgulloso de su obra material-, y allí admiraron las iglesias que Kino había construido. Después Pícolo continuó su viaje de reconocimiento yendo hacia el Sur, aunque el recuerdo de lo visto en la Pimería no se borró de su mente. Continuamente le escribiría a Kino desde las misiones que visitaba. Tal vez la frase más ilustrativa del impacto causado en él por lo que había visto en la Pimería Alta se encuentre en una carta que le envió desde Batuc: “Quisiera yo servir a Vuestra Reverencia de mozo de mula en sus apostólicas caminatas … siendo esas misiones [de la Pimería Alta] las puertas para tan dilatadas naciones y gentes, es fuerza, mi amantísimo Padre Eusebio, poner todo nuestro cuidado en ellas.” Pero de California, ni una palabra.

Como refuerzo a los logros pimalteños, poco después el Padre Salvatierra nombraba a Kino como Procurador de las Misiones de la Pimería Alta. Es decir, formalizaba la función que éste ya había desempeñado extraoficialmente desde años antes: abastecer de productos y de todo lo material a las nuevas misiones. Además, empezando 1706  llegaba un nuevo misionero, Domingo Crescoli, también italiano, destinado a hacerse cargo de la misión de Caborca la que, aunque había permanecido sin misionero por varios años, de cualquier manera no estaba abandonada, ya que nos cuenta Kino, allí había: “casa en que vivir, iglesia … con capaz casa, despensa, panadería, horno, cocina, principios de huerta con maíz de cosecha y un buen tablón de trigo sembrado y nacido. Item, con ganado mayor y menor y caballada y manadas de yeguas, etc.”  y hasta Caborca lo llevó Kino para después regresar a Dolores no sin, al volver, hacer una visita de inspección por las misiones de la Pimería, en donde su labor constructora no cejaba. 

Así, la mayoría contaba con “muy pingües y abundantes labores, sementeras y cosechas de trigos, y maíces, y frijol, y garbanzos, habas, lentejas, alberjón, etc. Hay buenas huertas y en ellas viñas para vino de misas, con cañaverales de caña dulce para miel y para panocha y con el favor del cielo, en breve, para azúcar, con muchos árboles frutales de Castilla como son higueras, membrillos, naranjos, granadas, priscos, duraznos, melocotones, albaricoques, perales, manzana, morales, nogales, tunas, etc., con todo género de hortaliza, coles, melones, sandías, repollos, lechugas, betabeles, ceb ollas, ajos, calandrio, anís, chile, mostaza, hierba buena, rosas de Castilla, azucenas, etc., con muy buenas maderas para todo género de fábricas, pinos, fresnos, cipreses, nogales, chinos, mezquites, alisos, álamos, sauces, tarai, etc.”  Kino, gracias a la mano de obra indígena, había convertido la aridez pimalteña y su economía de subsistencia de recolección nómada, en regiones fértiles con excedentes de producción que servirían para el crecimiento misional.

En Síboda (Cíbuta de hoy), estando por iniciar la cuaresma, les dio ceniza a unas treinta personas “en la nueva iglesita”, dijo misa y ordenó reunir una manada de yeguas, con su garañón y burro, y los llevó hasta Aquimuri, para enviarlos desde allí a Caborca,  mientras que él seguía a Búsanic, en donde se continuó con la construcción de la iglesia; luego fue a Tubutama a revisar lo construido allí, para regresar después nuevamente a Caborca, en donde recibió una carta de Pícolo, avisándole que próximamente iría a visitarlo. Así que nuestro misionero decidió regresar a Dolores para ver los proyectos que le presentaría éste.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Tiempos de redefiniciones

Ya rebasaba los once lustros de vida, edad muy avanzada para esa época, y Kino se daba cuenta de que debía asegurar lo logrado. Mucho había luchado para desarrollar la Pimería Alta y determinar la peninsularidad californiana, aunque a últimas fechas las circunstancias se habían conjugado para impedirle seguir avanzando en su proyecto de comunicar por tierra a Sonora con California. Todo había iniciado con la remoción, en marzo de 1701, de Domingo Jironza Petriz de Cruzat como Alcalde Mayor de la Provincia de Sonora, y su sustitución por Jacinto Fuensaldaña, a quien Don Francisco Almada describe como quien: “introdujo a Sonora  los principios de la concusión, la mordida y el prevaricato…”

Este reemplazo había bloqueado el apoyo que Jironza le había dado a la labor misionera en la Pimería Alta con el nombramiento de su propio sobrino, Juan Matheo Manje y Cabero, como Teniente de Alcalde Mayor en la Pimería Alta, lo que a la vez impidió que el militar siguiera acompañando a nuestro misionero en sus viajes exploratorios para dar fe de lo logrado.

De cualquier manera, al no poder continuar sus viajes para encontrar una ruta por tierra hacia California, Kino se había dedicado a construir en la Pimería Alta nuevas iglesias y a reconstruir las que habían sido destruidas por los asaltos indígenas. Así había sucedido con las de Remedios y Cocóspera. En Remedios, sus dos capillas “están dedicadas, la una a nuestro Padre San Ignacio, y la otra, al Glorioso Apóstol de las Indias, San Francisco Javier; y de las dos capillas de Cocóspera, la una es de Nuestra Señora de Loreto, y la otra de San Francisco Javier. Cada una iglesia, sobre los arcos de sus dos capillas que forma el crucero, tiene su alto cimborrio, y cada cimborrio tiene, en medio y en lo alto, su vistosa linternilla.”  Ambos templos, cabe agregar, hace ya mucho tiempo que desaparecieron, ya que las ruinas que el viajero encuentra actualmente en la carretera enctre Imuris y Cananea son de un templo más tardío, construido por los Franciscanos un siglo después que el original.


Ruinas del templo de Cocóspera

Pero a pesar de esta fiebre constructora, Kino no abandonó totalmente su vocación exploradora y la oportunidad de ejercerla no tardó en presentársele. Para diciembre de 1703 llegaba a la Pimería el Padre Gerónimo Minutuli, y Kino fue a Opodepe a recibirlo y llevarlo a su misión, Dolores, para de allí a la que sería su misión, Tubutama, en donde  sustituiría al Padre Iturmendi. Luego regresó a Dolores y se preparó para ir a Guaymas, el enclave califórnico construido por el Padre Salvatierra en Sonora después de regresar acompañando a Kino en 1701, cuando Salvatierra, un misionero más pragmático que Kino, se dio cuenta de que el proyecto de Kino de abastecer con ganado sonorense a California era irrealizable porque se interponía en esa ruta el desierto de Sonora.

Así fue cómo Salvatierra había decidido promover la idea de comunicar a Sonora con California a través del mar. Tal vez esa acción de Salvatierra contribuiría a que fuese nombrado Provincial Jesuita en Nueva España para el trienio 1704 al 1707, concluido el cual regresó a sus amadas misiones califórnicas; tal vez también en noches de insomnio, Kino recordaría su bloqueado viejo proyecto de construir un barco en Caborca para comunicar a Sonora por mar con California, en vez de tener que atravesar a pie una de las regiones más inhóspitas del mundo buscando llevar ganado a California.

De cualquier manera, Kino fue a Guaymas a hablar con el padre Francisco María Pícolo acerca de cómo abastecer mejor a las misiones califórnicas. De esta manera, un nuevo reto se le presentaba a su vocación de explorador e inaugurador de rutas: encontrar un nuevo camino desde la Pimería a Guaymas, ya que el existente entonces hacía un rodeo: seguía el río Sonora hasta Ures y de allí, continuando al oeste de la actual carretera, pasaba por Mátape para llegar al puerto. En vez de esa ruta, Kino siguió cauce abajo por el río San Miguel hasta llegar a Pitic (actual Hermosillo), y desde allí continuó más o menos por la vía férrea que comunica actualmente la capital sonorense con Guaymas. Es decir, un camino más corto y directo que el usual.


La ruta antigua a la derecha, y la nueva, abierta por Kino, a la izquierda


Una vez habiendo llegado al estero en donde se hallaba la misión establecida por Salvatierra, y que actualmente se ubica en San José de Guaymas, Kino y Pícolo se entrevistaron y nuestro misionero tuvo ocasión de bautizar a buen número de indígenas: “… pues los más hablaban la lengua pima y eran pimas, como los de esta dilatada Pimería que el padre rector Adamo Gilg solía llamar la Pimería Alta…”

Después, regresando a Dolores, Kino tuvo que hacerle frente a una sucesión de falsos rumores de que los indígenas amenazaban con levantarse en armas contra la penetración hispana. Los promovían peninsulares que buscaban, en la contienda entre dos modelos de desarrollo regional, que predominara no el modelo misional sino el laico.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Constuyendo templos en la Pimería Alta


Según vimos en el artículo anterior de esta serie, el Padre Manuel González falleció en Tubutama al regreso de la expedición con Kino al Colorado en 1702, y el Padre Ignacio Iturmendi, que lo asistió en sus últimas horas, moría también en Tubutama poco después, el 4 de junio. Eran, aquellas, regiones insalubres, eran territorios en donde las amenazas apaches se unían a enfermedades gastrointestinales, a males respiratorios y demás.

Pasaría una década, y en 1712 nos dejaba una anotación el Padre Ignacio Campos en el libro de defunciones de San Ignacio: “A fines de enero, habiendo yo traído de Tubutama los huesos del padre Manuel González, misionero de muchos años en Oposura, ex visitador, quien murió en Tubutama… en el año 1702, y los huesos del padre Ignacio Iturmendi, misionero de Tubutama, que murió allí el año de su entrada… colocamos los huesos solemnemente en esta capilla; los del padre Manuel al lado del Evangelio en una cajita, y los del padre Ignacio en otra, en la Epístola..” Y en ese mismo lugar pueden ser vistos actualmente por quien visita la plaza de Magdalena, acompañando a los de Kino.

Los restos de Kino junto con los de Gonzalez e Iturmendi
Por aquel entonces, según nos cuenta nuestro misionero, “hacía algún tiempo que yo no había visto a los hijos del poniente y nación del Soba, ni a los sobaipuris del norte y de San Xavier del Bac, con lo que entré a fabricar en las dos iglesias de San Ambrosio del Búsanic y en la de Santa Gertrudis del Sáric, y comencé a dar principio a la iglesia grande de la Concepción del Caborca, al poniente, y a ver sus ganados y sementeras y cosechas de trigo y maíz…” Hay aquí que aclarar que ninguna de estas iglesias permanece hoy en pie: todas han regresado a la tierra.

El misionero no preveía ningún problema en el crecimiento misional, ya que contaba con capital para financiarlo: “Y si vuestra Reverencia gusta, bien se pueden buscar prestados en Roma estos mil cien pesos, que este partido de Nuestra Señora, que vale ya más de cuarenta mil pesos y da cuatro o cinco o más mil pesos cada año, pagará no sólo lo principal, sino también el interesse, ut vocant (como lo llaman), de cinco o seis o siete por ciento, lo que se estilare en Roma o España…” 

La iglesia de Arizpe
Pidiendo más misioneros, Kino envió un verdadero alud de cartas, aunque pasaron los meses sin que arribara ninguno. Así decidió ir él mismo a la Ciudad de México. La guerra de Sucesión Española, empero, vino a trastocar ese plan y el misionero decidió permanecer en la Pimería construyendo más templos misionales, según escribió: “Por habérseme estorbado mi ida hacia México, como a la California, me apliqué a fabricar con la eficacia y brevedad posible, para tener esto más andado, las dos iglesias que estaban algo empezadas en mis dos segundo y tercer pueblos..”es decir, en Remedios y Cocóspera. Allí concluyó nuevos templos: “mandé cortar las maderas necesarias para la viguería de pino, zapatería, tablazón… se hicieron altas y fuertes paredes de dos grandes y buenas iglesias con sus dos capaces capillas, que hacen crucero, con buenos y vistosos arcos. Se trajeron de los cercanos cerros y pinerías las maderas y se techaron las dos buenas fábricas con sus cimborios y linternillas…”
El templo de Huepac

Y aunque es muy probable que esos maderos hayan desaparecido hace tiempo, el viajero  moderno puede imaginarse a aquellos constructores bajando los troncos de pino de la cercana Sierra Azul con sus más de 2,000 metros de altura, así como reconstruir mentalmente el método de fábrica empleado, que fue el mismo usado en los templos de Huépac, Arizpe u Oquitoa, que aún permanecen en pie y pertenecen también a la época jesuítica: techos formados por zapatas que refuerzan los maderos que sostienen al terrado que protegía contra la lluvia,

Y en cuanto a los muros de esos edificios, hace también ya muchos años que desaparecieron debido a que fueron construidos con adobes (ladrillos secados al sol): duros y resistentes a la compresión pero que cualquier lluvia disuelve. Así sucedió con el de Remedios, así con el de Cocóspera, ya que las ruinas que se encuentran a un lado de la carretera entre Imuris y Cananea, en Cocóspera, no son las del templo de Kino sino de uno posterior, construido por Franciscanos. Es decir, la obra material de Kino hace mucho que regresó a la tierra.

Las ruinas de Cocospera
Sólo quedan vivas, en la mente popular, en la ideología norsonorense, evocaciones ignotas de origen desconocido, reminiscencias tal vez de las caminatas expedicionarias de Kino o tal vez recuerdos ancestrales de peregrinaciones prehispanas (sobre las que hablaré posteriormente). Lo cierto es que anualmente se manifiesta, en octubre, la caminata a Magdalena, la Manda como se le conoce, cuando en una penitencia común, a veces de días, miles de norsonorenses y arizonenses convergen en esa población cubriendo a pie las grandes extensiones de nuestra geografía buscando, todos, una recompensa a su ofrenda, a su sacrificio. Esta consiste en el cumplimiento, o no, de una petición personal hecha a San Francisco (de Asís o de Loyola, no importa), tal vez a Kino o a Colosio.

martes, 6 de septiembre de 2011

Llegando al delta del río Colorado


Después del receso que pasó este blog, primero motivado por la conmemoración del nacimiento de Kino y después por asuntos internos del periódicos en donde publico este blog, reanudo ahora mi crónica:

Y así regresó Kino de su viaje de finales de 1701 cuando llegó al río Colorado, lo cruzó y entró a California. Volvía a Dolores con planes y proyectos a futuro.  A Roma le escribió al Superior Tirso González, anunciándole una empresa que aún hoy no ha logrado fructificar: “En breve, con el favor del cielo, pasaremos ganados por tierra y tendremos estancias en la misma California,” aunque los nombres, como siempre, son trascendentales, y Kino adoptó unos que resultaron ser pegajosos: “…somos de parecer que esta California, cercana al nuevo paso por tierra, y recién descubierta, se podrá llamar la California Alta, como la antecedente, adonde están los tres padres ya de asiento, se podrá llamar la California Baja.”

Aunque tampoco California era su meta final, ya que “ con el favor del cielo, como vuestra Reverencia y su Majestad Don Phelipe V (que Dios guarde), nos den operarios y misioneros, todo con el tiempo se ha de andar, hasta llegar, quizás, hasta la gran China y hasta cerca del Japón … y quizás, al norte de estas nuestras tierras, podremos hallar camino más breve para Europa; parte, por estas nuevas tierras y parte por la Mar del Norte…” Es decir, era, el suyo, un proyecto global: convertir a la Pimería Alta en puente entre Europa y Asia.

Para convencer a los aún incrédulos, organizó otra expedición más para, ahora sí, llegar hasta el delta del Colorado. Manje fue invitado aunque una rebelión indígena le impidió asistir, y el Padre Manuel González, contemporáneo de Kino, nacido en San Luis Potosí  y misionero en Oposura (Moctezuma), llegó a Dolores el día último de enero de 1702. Tal vez recordaran ambos misioneros en conversaciones nostálgicas nocturnales aquel lejano 1687, cuando Kino llegó a Sonora y fue precisamente González quien lo acompañó a Dolores a inaugurar su labor apostólica en la Pimería Alta. Tal vez hablaran del absurdo de la región que les esperaba: el desierto con sus arenales y ausencia de agua, y el cauce del Colorado con lo opuesto, arenales y abundancia del líquido vital.




El 5 de febrero partían en esta expedición al Oeste. La ruta fue la recién inaugurada por Kino: remontando sierras en vez de seguir ríos, dificultando el caminar para acortar distancias: Dolores, Remedios y de allí al poniente; pasaron por Cíbuta en donde había “más de mil reses y siete manadas de yeguas de las nuevas conversiones” y, poco más adelante, por Santa Bárbara, no la del río Santa Cruz sino otra hoy perdida aunque posiblemente ubicada en o cerca del actual Arizona al suroeste de Nogales, donde Kino inició otro rancho ganadero. Luego por Búsani y Sonoita y se adentraron al desierto hasta llegar al río Colorado en jornadas agotadoras.

Siguieron su ribera, aguas abajo, y conforme se aproximaban al delta, el camino se tornaba más difícil porque las lluvias recientes llenaban todo de fangales. El 7 de marzo “bajó al mismo desemboque y a la mar, rumbo del poniente, el Padre Rector Manuel González; y yo … bajé a la tarde…” aunque surgió otro problema. González enfermaba más conforme avanzaba y decidieron regresar a una ranchería indígena, San Casimiro. Pero la curiosidad fue demasiada y nuevamente se prepararon a intentar cruzar el río y llegar juntos a la desembocadura, y otra vez lo impidió la salud del Padre González. Finalmente, el día 11, llegaron a un lugar desde donde, al amanecer, “Y de más a más, veíamos patentísimamente más de treinta leguas (120 Km) de tierra continuada al sur y otras tantas al poniente y otras tantas al norte, sin la menor señal de mar alguna más que las que nos quedaba al oriente…”

Y después iniciaron el retorno. Un regreso que intentaba volver en línea recta a Dolores. Caminaron unas 18 leguas (cerca de 80 Km) por “penosísimos médanos de arena y con un continuado, vehemente y molestísimo aire” rumbo a un oasis mencionado por los indígenas, aunque no tuvieron suerte y “pasando una muy trabajosa noche, nos vimos obligados con muchas más penalidades a devolver el día siguiente 13 de marzo a San Casimiro.” Así que la única ruta que les quedaba era el camino tradicional por el que habían llegado, siguiendo el Gila. González empezó a alucinar y tuvo que ser llevado en camilla hasta Tubutama, en donde Kino lo dejó al cuidado del Padre Ignacio Iturmendi, aunque falleció días después. 

Hoy, los restos de ambos misioneros, González e Iturmendi, acompañan a los de Kino en la cripta de Magdalena. Tal vez algún viajero curioso se preguntará de quién son esos otros huesos. La respuesta, contundente aunque sencilla a la vez es que ese trío de, hoy esqueletos, formó la ideología de nuestra región.

lunes, 29 de agosto de 2011

Información

Debido a que este fin de semana se conmemoró otro aniversario más del incidente internacional del 27 de agosto de 1918, debido al cual Nogales, Sonora, ha recibido el título de heroica, en esta ocasión cambié el tema de mi artículo semanal.

Los interesados pueden acceder al artículo en cuestión haciendo click en este enlace

  O si les interesa tener información más profunda sobre lo sucedido entonces, también pueden lograrlo a través de este otro enlace.

Aprovecho la ocasión para informarles, también, que la próxima semana continuaré con mi serie de artículos acerca de los viajes exploratorios del misionero jesuita, Eusebio Francisco Kino.




domingo, 21 de agosto de 2011

Kino pasa por Nogales hacia el Colorado

Después del viaje que realizaron Eusebio Francisco Kino, Juan María Salvatierra y Juan Matheo Manje en la primavera de 1701 buscando probar la peninsularidad californiana, todos acordaron que nuevamente realizarían otro más, a finales de ese año, para reafirmar lo descubierto. Sin embargo, varios sucesos vinieron a frustrar esos deseos. A última hora Salvatierra no pudo acudir, y en Sonora hubo un cambio de gobierno militar: el Gral. Domingo Jironza Petriz de Cruzat, tío de Manje, fue reemplazado por Jacinto de Fuensaldaña, quien tenía otras prioridades y no aportó la escolta militar que Jironza había prometido.

Ruta del viaje (Puedes hacer click en la imagen para verla más grande)
Así fue cómo, al terminar el calor veraniego habitual, el 3 de noviembre de ese 1701 partía Kino en otra expedición más en la que lo acompañaba un español además de numerosos indígenas. La ruta que siguió en esta ocasión fue diferente a las anteriores: pasó por Remedios y entró a la cuenca del Río Santa Cruz; pasó por San Lázaro y llegó hasta Guevavi, donde actualmente se encuentra la planta de tratamiento de aguas residuales cerca de Río Rico, Arizona. Allí cambió su ruta: dirigió en seguida sus pasos rumbo al sur y, siguiendo el Arroyo que hoy se llama Los Nogales en honor a los árboles que alguna vez crecieron en su cauce, pasó bajo el acantilado que actualmente, además de marcar en la cañada una línea fronteriza que entonces no existía, sirve también de eterno monumento a la historia geológica de nuestro municipio.

Obviamente, en aquel entonces no existía nuestra ciudad, aunque alguno de los lugares mencionados en los libros de registros misionales de la región indudablemente estuvo ubicado dentro de nuestra población; entre ellos cabría mencionar a Cuchutaqui, Sicurisutá, Tchoamuqui o Vaicat, además de otros más.

De cualquier manera, Kino no dejó una sola palabra de su paso por el Arroyo donde hoy se asienta esta ciudad. La siguiente mención del misionero es su arribo a Síboda, actual Cíbuta, corrupción hispana del locativo pima “Síboidac,” en la que encontramos la raíz pima “oidac” o milpa, donde había establecido un rancho ganadero. Después de descansar a la sombra de la sierra del mismo nombre, continuó su camino, remontándola, para después hacer lo mismo con la siguiente, paralela a ésta, la Sierra de Guacomea, hasta que llegó al Búsani (“booshan” o valle) y de allí en adelante se adentró al desierto de Sonora hasta que llegó al siguiente oasis, Sonoita (“shon” debajo de y “oidac” milpa), el 12 de noviembre.

De Sonoita, atravesando la región más inhóspita del desierto de Sonora, se dirigió hacia el Noroeste hasta llegar al río Gila, y luego siguió por su cauce río abajo hasta su confluencia con el río Colorado. Pero dejemos que el misionero nos describa este tramo de su viaje:  “…y habiendo pasado a caballo el único paso que el Río Grande [el Gila] tenía en aquellos contornos, con la comitiva de más de doscientos yumas y pimas … al anochecer llegamos con bien a San Dionisio…” Era la confluencia de los ríos Gila y Colorado, aunque su meta no era esa, así que cruzó nuevamente el Gila y siguió por la margen oriente del Colorado rumbo al Sur, por un: “…camino que hasta ahora nunca habíamos andado o entrado…”

Su diario de este tramo del viaje nos refleja la alegría que debió de sentir, ya que en uno de los escasos párrafos en que deja aflorar el sentimiento, nos describe un entretenimiento que aún hoy es tradicional en Sonora: “Con lo cual ensilló un caballo un vaquero de Nuestra Señora de los Dolores, y salieron siete u ocho de los más ligeros corredores quíquimas, y aunque el dicho vaquero al principio, de propósito, los dejó ganar alguna delantera y se holgaban ya mucho de ella, luego, después, los dejó muy atrás y muy espantados.”


 Pero la aventura no terminaría allí. Un día después decidió cruzar el río Colorado y nos habla de una corita (canasta) del tamaño de las que tejen hoy los indios Seri: “Y porque no me mojara los pies, admití la corita grande en que me querían pasar, y poniéndola y fijándola sobre la balsa, me senté en ella y pasé en ella muy descansadamente y muy gustoso, sin el menor riesgo,” aunque es probable que no haya dormido esa noche, ya que lo recibieron en la banda opuesta del Colorado con “bailes y fiestas a su modo de ellos.”

Un día después se adentró a California, encontrando “pequeñas pero muy continuadas rancherías [y] una campiña de muy fertilísimas tierras, de hermosísimas milpas … con muchos maíces, frijolares y calabazales…” y hasta allí decidió llegar en esa ocasión, ya que el elusivo delta del río Colorado se encontraba aún más al Sur y él debía regresar a Dolores.